¿De quién son las calles?

Preguntando en una reunión ¿De quién son las calles? El primero respondió: las calles, los parques, las plazas, los puentes, las playas, los caminos, los monumentos, son bienes públicos. ¿Sí, pero de quién son? Hombre… De todos. El segundo dijo: Son de los salvadoreños y todos podemos utilizarlas porque la libre circulación es una de las libertades universales. El tercero contestó: Desde el punto de vista económico debieran ser de los que pagan impuestos, pues con ellos se construyen y reparan. Sin embargo, aquí aunque hay más gente que no los pagan, pero sí se benefician de las calles con sus negocios y muchos ni siquiera limpian la basura que generan.

A donde yo quería llegar es, ¿Por qué, si son bienes públicos y de todos, tenemos tanto desorden en nuestras calles?

Si preguntamos ¿De quién son las calles? a un ciudadano de Tokio, Estocolmo, Bruselas, Berlín, Madrid o Valencia, la respuesta sería: Las calles son de todos y todos las respetamos, mantenemos las aceras limpia, las casas pintadas, parqueamos nuestros vehículos solo en zonas permitidas y respetamos estrictamente las aceras y los pasos de peatones.

Si se preguntan a un salvadoreño en cualquier ciudad de EEUU, la respuesta sería: las calles son de todos y todos las cuidamos y respetamos, porque si no, la policía pone multas.

Y en El Salvador, la respuesta también es que las calles son de todos, solo que aquí como son de todos, todos se sienten con derecho a utilizarlas, pero no asumen la obligación de cuidarlas ni respetarlas y como nadie pone multas, es que están como las tenemos.

Con el argumento de la necesidad y rebuscarse, cualquiera, a cualquier hora y en cualquier lugar, una acera, una esquina, la orilla de una carretera, incluso en la del aeropuerto o a la Libertad, en curvas y pendientes, pone un puesto de comida, bebidas, verduras, frutas, flores y hasta muebles artesanales.

Y las empresas en las zonas industriales parquean por doquier trailers, rastras y buses en ambos lados de la calle y de dos carriles solo dejan uno sin que tampoco nadie les diga nada.

Y si va Santa Elena, en Antiguo Cuscatlán, la Avenida el Espino de cuatro carriles ya es más parqueo que avenida y los peatones tienen que caminar por la calle, porque los dueños de los carros los suben a las aceras.

Pero siendo que las calles son bienes públicos, seguro que aquí como en otros países, también hay ordenanzas municipales que definen sobre dónde se puede parquear y donde instalar sin riesgo para los vendedores y el público un puesto de ventas con el permiso y la supervisión de las alcaldías.

Y con los parques, que también son bienes públicos, para lo que se pensaron y construyeron, si van a San Vicente, mi ciudad y lo escribo constructivamente, el Parque Cañas, es más mercado de comida que parque, con o sin permiso de la alcaldía, no lo sé, el volumen y lo estridente de la música de los negocios para atraer a los clientes sobrepasa los decibelios tolerables por cualquier persona normal, las calles están abarrotadas de carros a ambos lados, hay promontorios de basura por doquier y el reloj de la torre parado.

Nuevamente la pregunta, ¿De quién son las calles? ¿Quién tiene que cuidarlas? Bien vendría, que revisaran las ordenanzas municipales y poco a poco entre las autoridades y los ciudadanos, en beneficio de todos, empiecen a poner orden en las calles. Si lo empiezan pronto, hasta los pueden reelegir.

Ni a los turistas de otros países, si es que esperan que lleguen, ni a los parientes que vienen de EEUU no les gusta ni la basura, ni el desorden de tráfico, ni el ruido estridente y los que llegan y miran tal desorden se van descontentos y no vuelven.

Pedro Roque

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