En los años cincuenta en la oficina de correos de San Vicente ubicada en el zaguán amplio de una casa, desde el 15 de diciembre ponían un buzón adicional con rótulo: “Cartas al Niño Dios” y los niños de entonces, escribían en su carta que se habían portado bien y pedían al Niño Dios, lo que antes habían comentado con los padres. Ellos advertían que no era bueno pedir muchas cosas, pues a quien pide mucho, puede ser que no le traiga nada. Intuitivamente enseñaban a sus hijos a decidir y seleccionar uno de entre tantos juguetes que se veían en las tiendas y en los anuncios de los periódicos. Y los que aprendimos esa lección, nos ha servido a lo largo de nuestra vida para ser cautos y no querer más de lo que se acordó, respetar los acuerdos y no abusar de los recursos y los cargos aunque se pueda.
Como era el tiempo de películas de vaqueros en blanco y negro, que por quince centavos, veíamos desde la galería del teatro nacional, yo le pedí al Niño Dios un cinturón con dos pistolas de juguete, pero solo me trajo un pequeño fusil de tapones de corcho atados a una cuerda para que al dispararlos no se perdieran. La pequeña culata de madera y el cañón de lámina de treinta centímetros tenía un canal y una palanquita que al tirarla hacia atrás presionaba un resorte que cuando se apretaba el gatillo disparaba el tapón. El veinticinco temprano salíamos a la calle a mostrar y ver lo que había traído el Niño Dios en el vecindario y con esas pequeñas cosas nos conformábamos y éramos felices.
No imaginábamos que la tradición navideña cambiaría y en los nacimientos se empezó a poner árboles de navidad, después se adornaron con candelitas eléctricas de colores, hasta que de pronto nos sorprendió Santa Klaus, quien sin darnos cuenta con su plan de marketing mundial, en poco tiempo desplazó al Niño Dios. Y así, muchos niños de las siguientes generaciones, no conocen el origen de la tradición de la Navidad, ni quién es “El niño Dios”.
Nadie imaginaba los avances tecnológicos del 2021, las compras online, la priorización de lo comercial y alejamiento emocional de la tradición original, como tampoco hoy nos imaginamos como será la Navidad del 2080. Quizás en un futuro próximo se vuelva a lo básico y esencial de la fiesta de Navidad y los niños pidan al Niño Dios un juguete sencillo, o bien, con el avance tecnológico un robotito para jugar y aprender diez idiomas.
Preparando una charla sobre la “Industria 4G”, busque información en internet para conocer los adelantos y entender lo que viene con la siguiente revolución tecnológica 5G. En el 2080, quizás ya con 20Gs y cuando internet de las cosas sea pasado, solo concentrándose en lo que se desee se podrá disfrutar virtualmente, o también virtualmente, pasar la Navidad en una de las tantas galaxias del universo.
Todo es posible y esperemos que el avance tecnológico no deshumanice más a la sociedad, pues la familia como ente vivo y parte fundamental de la sociedad y el Estado, seguirá necesitando como ahora, el calor familiar que nos aporta la Navidad, para acercarnos, unirnos y sentirnos en familia.
Entre tanto, le deseo que sobreviva la amenaza del Ómicron y las siguientes cepas, que resista la fuerte tensión e incertidumbre que genera el «Estado de la Nación” en el ámbito nacional e internacional, después de la primera, la segunda y la tercera marcha que mostraron las desavenencias entre gobernantes y gobernados.
Por mi parte cordialmente le recomiendo que en estos días se desconecte del embrollo político y disfrute en familia una Feliz Navidad.
Pedro Roque